Esta vez, como muchos sabéis, lo planteamos de forma diferente. Decidimos coger la furgo y en tres jornadas plantarnos en Nevers, donde iniciaríamos la ruta en bici. Desde el principio todo ha salido bien, perfecto, cumpliendo con lo planeado durante meses. Fuimos completando etapas con la libertad que te da saber que no tienes un billete de avión al final de la ruta y por lo tanto, una fecha tope. Teniendo esto resuelto, o más bien abierto, teníamos la libertad de pararnos en cualquier parte y las veces que nos apeteciera. Y así ha sido. Libertad total. De vuelta para casa hemos hecho las etapas a la inversa, lógicamente, pero saliendo desde Amboise.
Rodando alegres, hemos avanzado sin demasiado esfuerzo por una gran variedad de paisajes, caminos y carreteras, a cual más interesante. Los pueblos que hemos ido atravesando, o mejor dicho viendo desde el otro lado del río, hubieran sido todos merecedores de un final de etapa. La mayoría con una bonita iglesia y su pequeño castillo o fortaleza. Los camping, muy buenos, tenían la particularidad de estar en el lado opuesto al pueblo, en ruta y a orillas del Loira, con la bonita estampa nocturna que proporciona la buena iluminación de sus edificios más significativos.
El tiempo ha sido espectacular, poca lluvia y poco calor, eso sí, viento de cara todos los días. Quizá, una buena opción sería hacerla en dirección contraria, es decir, de oeste a este. Aun así, no era muy fuerte...
Nos hemos encontrado fuertes, hasta que cogí la infección de estomago. Ana ha arrastrado una molestia en la rodilla desde la tercera etapa, que ha sido algo molesta, pero le ha respetado. Jose? Ese es un caso aparte. Viajero de nacimiento, campista por naturaleza, callejero por herencia y espero que ciclista. De momento lleva buen camino. No se puede portar un niño mejor. Más de 20 días fuera de casa, durmiendo cada día en un sitio diferente, en tienda, casa, hotel, pensión, le da igual... Me tiene preocupado. Cuando sea mayor no le veremos el pelo...
Nos hubiera gustado compartir el viaje con nuestros amigos Ainhoa, Agus y los pequeños y por supuesto, hemos echado muchiiissiiiiiimo de menos a nuestra otra mitad, esos con los que nos hemos reído, discutido, peleado, disfrutado en el Danubio, en Alemania, Austria, Dinamarca, Islandia, Francia... Sin ellos no es lo mismo, Superbikeman y Yonkicol, o Topaco y Tilalá. Pero nos encantó ir al encuentro de Tío Héctor y Tía Celia en Briare y conocimos muchas familias que como nosotros, disfrutaban en familia de estas maravillosas aventuras...
En un viaje como estos, terminas conociéndote a ti mismo y a quien te acompaña. Con una sola mirada puedes saber qué tal va sobre la bici, si hay que aflojar o correr más, si paramos a descansar o si va todo bien.
Nos traemos infinidad de material que tendremos que visionar y ordenar. Con tantos días y etapas, uno llega a tener un auténtico caos mental. Es tiempo de poner en orden nuestros recuerdos...
Como siempre digo, es muy recomendable probar esto al menos una vez, o más bien, es obligatorio. Hay que salir de la zona de confort, aunque creo que para mí, cada mes de agosto, sobretodo últimamente, ésta es en realidad mi zona de confort...
A todos los que nos habéis seguido leyendo las crónicas a través del blog, que se que habéis sido muchos, espero que hayáis disfrutado como nosotros. Nos han hecho mucha ilusión los comentarios y los me gusta, así como las muchísimas visitas al blog. Nos hace sentir que vamos acompañados...
Queda pendiente la ultima entrada con la peli, claro,pronto, para el que quiera verla, mientras tanto ahí va un pequeño aperitivo...
Hasta la próxima!!!
